Somos un pueblo sin memoria ni conciencia con una clase política podrida. Esta es una realidad que nos golpea fuerte en la cara en estos días, en los que el país enfrenta una crisis política, económica y social sin precedentes. Una crisis que se agrava cada vez más por la falta de liderazgo, coraje y compromiso de quienes tienen la responsabilidad de gobernar.
La falta de memoria y conciencia se evidencia en la manera en que hemos dejado que la clase política haga y deshaga con nuestro país. Permitimos que se mienta, se robe, se corrompa y se traicione sin exigir cuentas o responsabilidades. Hemos sido indiferentes a los llamados a la lucha contra la corrupción y a la defensa de los derechos humanos, permitiendo que se instaure un sistema de impunidad y arbitrariedad.
La falta de memoria también se evidencia en nuestro desconocimiento sobre nuestra historia y cultura, lo que nos impide valorar lo que somos y de dónde venimos. Este vacío nos hace vulnerables a las manipulaciones de la clase política, que se aprovecha de nuestra ignorancia para evadir sus responsabilidades y perpetuarse en el poder.
Por otro lado, la clase política podrida se aferra al poder y se beneficia de la impunidad y corrupción que impera en el país. Este grupo de políticos ha transformado la política en una actividad de enriquecimiento personal, dejando de lado el interés general y el bienestar colectivo. Estos políticos son los mismos que han llevado al país a la crisis en la que se encuentra hoy.
La solución a esta problemática no es fácil, pero es necesaria. Necesitamos una ciudadanía informada y comprometida que exija a sus líderes responsabilidad y transparencia en el ejercicio del poder; necesitamos líderes políticos que estén comprometidos con el bienestar de la población y que trabajen incansablemente para generar cambios reales y duraderos; necesitamos una memoria histórica que nos permita comprender nuestro presente y construir un futuro diferente.
Es hora de que los ecuatorianos demos un giro a nuestra historia, para dejar de ser un pueblo sin memoria ni conciencia y sacudirnos de encima a una clase política podrida que solo nos ha llevado a la desesperanza. El Ecuador necesita de todos y cada uno de sus ciudadanos para da un paso adelante, para luchar por un mejor futuro y construir juntos una reinvención de lo que somos. El momento es ahora y cada uno de nosotros tiene un rol importante que cumplir.